domingo, noviembre 27

He pasado mucho frío.
He observado a un hombre vestido con jersey rojo y pantalones de pana oscuros balbucear mirando hacia la acera el infinito de sus pensamientos junto a una mesa de madera a juego con la silla y la única compañía de un paquete de cigarrillos. Y he vislumbrado en su mirada el mayor atisbo de cordura en comparación a cuanto había a su alrededor.
¿Buscas palabras para encontrar respuestas? A pesar de que las palabras no son más que conjuntos de preguntas articuladas. En realidad, buscas esquinas en los océanos, los que allanan tu mente y te inundan por dentro. Te sumerges en tus oscuridades que son de ese tono azul que tanto admiro. Una tonalidad que no puede describirse si no se observa, y que no se observa si no se admira.
No voy a perderme porque tú no me encuentres.
Escuchando Ashes and wine, me he preguntado por qué queremos ser invencibles. Por qué tememos la debilidad. Por qué nos aterroriza la desintegración. Como si existiese algo mejor que reconstruirse de nuevo. Una ansiedad apática por conseguir algo que no nos satisface al final. Nos mueve una necesidad terrible de no ser conscientes. Hemos vuelto a la supervivencia, una supervivencia que se nos escapa si nos detenemos y pensamos. Tenemos prisa por encontrar la juventud. Pero somos extraños para nosotros mismos, desconocidos atados; por lo que no somos capaces de buscarla en nuestro interior. Nuestra esencia, que se ha ahogado, no nos reconoce.
Jamás se volverá a usar la primera persona del plural en estas oraciones.


domingo, noviembre 6

No está en nosotros, nunca lo ha estado. Está en nosotros, siempre lo ha estado.
Es el subconsciente quien crea la duda, la perspectiva. Traiciona a la vida, inconsciente de su propio poder. Pero qué es realmente cierto o falso cuando existe la relatividad, qué es real cuando existe el símbolo, qué es simbólico cuando únicamente existimos.
La mente lo renueva cada vez que ello regresa a tu mente. Es un pensamiento nuevo en este instante. Es el aquí y ahora. Lo nuevo tiene la cualidad del estímulo, y éste es innegable e intangible. Porque los estímulos no se construyen, y las sensaciones no se preceden.
Esto no nos pertenece, nuestra dependencia es vital, tan vital que ni siquiera la apreciamos. Pero está ahí, escondida en los escalofríos automáticos, en el sonido del fuego, en la electricidad entre pieles, en nuestra opacidad.
Quizá el otoño tenga un efecto inicuo, una onda sugestiva que solo se aprecia en los poros de la piel, aunque tal vez dicha porosidad sea permutable al interior, a la parte tangible.


Tome estas palabras como viva imagen y ejemplo de lo que aparentan, su tinta parece marcar una línea, pero su mente creadora es vorágine cual la suya, incierta en su verdad, segura en su inseguridad.

domingo, octubre 16

Thawing.

Equivoquémonos.
Vamos a estar aquí para no quedarnos. Vamos a hacerlo mal. Vamos a jugar al escondite. Vamos a andar sobre la nieve. Vamos a taparnos con bufandas. Vamos a abrir la tapa. Vamos a dejarlo, dejarlo ir, dejarlo estar, dejarlo arder, dejarlo estallar.
Vamos a hacerlo mal. Vamos a quemarnos. Vamos a dejar que el vaho intente atraparlo. Vamos a notar el frío en el crujir de los dedos. Vamos a dejar que nos invada, que se cuele por los bajos del patalón. Vamos a dejar que nos hierva la frente. Vamos a dejar que la nariz se sonroje. Vamos a hacerle forzarse, indirectamente inconsciente. Vamos a mojarnos los labios con su textura. Vamos a permitirle que nos rodee.
Vamos a dejar que se evapore, todo él, todo lo nuestro. Vamos a desdibujar la línea de su cordura y su ensueño. Vamos a hacerle creer que envejecemos, que no nos delate nuestra juventud, que también sea efímero el invierno.


-¿No vas a volver, verdad?
-Nunca he estado.

viernes, octubre 14

Tuning.

No sentía ni tenía consciencia del fango. Porque voces de eco le habían insinuado que avanzase y se perdiera. Pero que lo hiciera ella, pues ellas estaban ocupadas ordenando el camino. Y ella, ingenua y aparentemente incorrecta, se dejó llevar. Pero, en un instante no determinado, el hilo de las voces se quebró. Incluso cuando le cubría las rodillas, disfrutó de la sobredosis. Incluso cuando degustó suciedad en el aire, saboreó la novedad.
No había perdido el norte, no lo necesita. ¿Qué clase de persona requiere de un horizonte? Habían disipado todos los hombros, todas las curvas, los enfoques, las horas, la brillantez, las estrellas alineadas, los abrazos. Miró hacia sus rodillas, y se vio en pie. Rehuyó sus manos, y repitió la acción.
Sin ramas, sin tornillos, sin laca, sin botas, sin púa. El fango se lo ha tragado todo, ha cruzado la línea.
Es increíble como la hábil combinación de determinados sucesos pasados con frases célebres de gente no conocida puede dar lugar a una serie de metáforas que consigan descifrar, o como mínimo, disgregar lo asentado. Te trastoca por completo la sensación de total y absoluta debilidad y exposición, pero no desde un punto de vista indeseado.
La agradable sensación de no pisar al correr es placentera si sabes el porqué, pues, si careces de él, cada pisada sonará con una estridente desafinación, que no parece terminar. Yo también pensé en ello de una manera soluble, pero te hundes, el miedo te acecha hasta impregnarte y te detienes. Y, entonces, entre violines sin manos y cuerdas rotas, te hundes, te ahoga la existencia.


viernes, octubre 7

Plan.

Inesperado como todo lo que recientemente te envuelve, y te sugiere, y te congela la respiración, y te descoloca. De repente, te abraza por la espalda, te produce una hiperventilación basada en una exhalación. Te susurra que no estás bien sentada, y tu pelo se desplaza ante las palabras de aire. Te sigue abrazando, no cesará hasta que te recompongas. El tacto es casi inteligible, parece prudente, pero tiene una fuerza inspiradora que casi se escapa.
Pero no vale. No significa que carece de valor. Tan solo no se mantiene en mi mente. Quizás no basta, no es suficiente. Intentar explicar el miedo es un buen ejemplo. Correr en la oscuridad, no saber de qué trata el cuento. Cómo se escapa de la torre. Cómo, a través de los impávidos cruces, frenos y rosas, consigue llegar a tiempo.
En realidad, no hay cantidad alguna de razón en nosotros. Lo pensamos, pero nada más. Un pensamiento. Un trozo de ti tan efímero que te adelanta en el vuelo. En realidad, tampoco hay atisbo de cordura. Míranos. Con nuestro pelo al natural y nuestras muñecas atadas. Con un aire de algo que no llega a despegar.


Un plan que ni siquiera es de papel. ¿Por qué no está cuando se le necesita o se supone su presencia? Predestinación, algo que nunca verás tintado en uno.

martes, septiembre 13

Peace.

"To the place where i feel peace, again."

Dos yemas se encuentran. Otras dos. Y ya son ocho. Recorres la silueta, sin saber el recorrido. Encuentras la textura. Está extinguiéndose, evaporándose, desapareciendo. El vaho de su sabor se pega en tu piel. Un dientes fríos, una voz cálida. Tres cuartos de ausente despedida se pintan en las paredes. Exacto, se ha detenido. Es arena, o, en su defecto, fuego. Es pura electricidad con pinceladas de la amarga sensación de las gotas de agua. Una voz que nunca creíste recuperar. Una sensación que diste por muerta en la silla eléctrica. Delicada. Surge de la oscuridad. El tacto está en alza. Vuela la agonía de las tonalidades, vuela alto. Más allá de las expectativas. Sobrepasa el límite de existencia. Silencio devastador, extasiado por el desorden, por el caos, por la inmutabilidad vívida. No hay pinceladas incorrectas. No hay distinciones en el mapa. No hay falsos intentos. No hay error, solo temperamento. Y es tan sutil, tan expedito. Tan auténtico.

lunes, agosto 29

Attempt II.


Un pájaro se le adelantó al pisar la madera muerta de la puerta asesinada. Dos pasos más y los recuerdos vuelven a presionarle el interior de la cabeza. Danzas de polvo con nuevas corrientes de viento. Siempre cubierta con una nueva perspectiva al sentirse aprisionada por aquellas cuatro paredes. Esquinas tenebrosas, dudosas ante nuevas experiencias. Gastadas luces marcadas en techos de papel que nunca tuvieron miedo de la lluvia negra de verano. Una, dos, la tres mejor evitarla, cuatro y unas escaleras. La oscuridad no siempre es visible. Cinco. Ahí está. No te engañes. La madera no es tan pesada, la memoria engorda cuando entristece. Entonces, como si de una máquina del tiempo se tratase, desapareces y vuelves a aparecer. Mueres y vives. Como un intermitente, vuelas y aterrizas. Te derrites y te congelas.
Rosas y una botella de champán.
Te derrites otra vez. Vuelan tantas cosas que pierdes conciencia de si estás pisando el suelo.
Adiós, cordura. Bienvenida, embriaguez.
De repente, un disparo. Certero, premeditado, seco, blanco. Tal y como queda tu mente. Te derrumbas.
Despiertas con ligereza.  Bailas con elegancia en la habitación rodeada por un nubiloso olor a primavera. Inspiras, expiras. Notas el mar en la lengua, vestido de oro, te acompaña en tu danza cogido de la mano. Te lanzas al colchón sin miedo a que se evapore como solía hacer. Y pierdes la consciencia de tu vida. Ya nada importa salvo las nubes y la llama de fuego que arde en todos nosotros. La que te hizo volver, la que me hará huir.