miércoles, abril 27

Opposition.


Al frente la carretera, de un asfalto gastado como la ilusión del piloto. Pequeños cuadrados blancos y rojos se extendían por los bordes en línea recta y perfecta. Todos iguales. Todos a la misma distancia. Todos expectantes, inmóviles, ausentes, inertes. En el horizonte se contemplaban nubes impacientes y violáceas, de una estructura rasgada como el alma del piloto. El sol, casi apagado y como siempre, resistía la hora de marcha, pues esperaba que su satélite preferido saliese antes de tiempo, se saltase cualquier horario, y asomara por el firmamento solo para contemplarle a él, sin importarle el castigo, sin miedo a desfallecer con la luz. Como había hecho en otras ocasiones. Valiente, astuta, fugaz, enamorada. Pobre sol. Que se arriesga a alagar los atardeceres una hora más mientras desciende lento y expectante, convirtiéndolos en los atardeceres más melancólicos del año. Pobre luna. Que aun ilusionada espera ver aparecer al sol cada madrugada antes del toque de queda para hacerle un guiño de ojo, y soporta la pesadez de la gravedad orbital durante una hora más solo para intentar verle brillar. Son estrella y satélite. Misma estructura, distinta finalidad. Son incompatibles. Nada de imanes ni fuerzas magnéticas. No son compatibles. No encajan cuales piezas de un puzzle completo. No hay estabilidad en sus almas. Aun así hay una atracción, que tiene nombre pero que se aleja de la gravitatoria, magnética o centrifuga. Fluye y se aleja y se extiende y jamás deja de volar y crecer. Es una fuerza prácticamente intangible, imperturbable, imparcial e imparable. Es impávida cual mota de agua sin destino. Pero tienen opciones, pues siempre las hay. Pueden luchar, soportando esa hora más cada atardecer y madrugada hasta que un orgullo o un miedo decaiga, de repente, empujado por una brisa de amor y alguien vuele por el firmamento antes de lo marcado. O pueden rendirse. Parar de jugar con el tiempo y la inconsciencia de los demás. Acabar con un juego cuyos jugadores han perdido los dados y cuyas fichas permanecen inmóviles en el casillero donde quedaron hará un año. Caer, agotados, a la realidad entre la masa apática. Acabar con esa fuerza, de raíz, como nunca hay que terminar con la magia del amor.


Con todo y eso, a decir verdad, en nuestros días razón y amor no hacen buenas migas.
William Shakespeare.

sábado, abril 9

Instability.


Morriña.
Dícese de los folios en blanco donde todo lo que surgen son cielos naranjas surcados por aviones de papel.
Fatiga.
Dícese de la toma excesiva de vasos de vodka.
Angustia.
Dícese del intenso dolor en el pecho que se siente todas las noches.
Letargo.
Dícese de los sueños donde aun siendo protagonistas solo puedes limitarte a observar lo que pasa.
He perdido la paciencia. O me la han arrancado toda. Ya no soporto nada. Y ahora lo necesito todo.
Esta inestabilidad me está matando.
Y es que aun estando a 27 grados centigrados sigo tiritando todas las madrugadas.