domingo, octubre 16

Thawing.

Equivoquémonos.
Vamos a estar aquí para no quedarnos. Vamos a hacerlo mal. Vamos a jugar al escondite. Vamos a andar sobre la nieve. Vamos a taparnos con bufandas. Vamos a abrir la tapa. Vamos a dejarlo, dejarlo ir, dejarlo estar, dejarlo arder, dejarlo estallar.
Vamos a hacerlo mal. Vamos a quemarnos. Vamos a dejar que el vaho intente atraparlo. Vamos a notar el frío en el crujir de los dedos. Vamos a dejar que nos invada, que se cuele por los bajos del patalón. Vamos a dejar que nos hierva la frente. Vamos a dejar que la nariz se sonroje. Vamos a hacerle forzarse, indirectamente inconsciente. Vamos a mojarnos los labios con su textura. Vamos a permitirle que nos rodee.
Vamos a dejar que se evapore, todo él, todo lo nuestro. Vamos a desdibujar la línea de su cordura y su ensueño. Vamos a hacerle creer que envejecemos, que no nos delate nuestra juventud, que también sea efímero el invierno.


-¿No vas a volver, verdad?
-Nunca he estado.

viernes, octubre 14

Tuning.

No sentía ni tenía consciencia del fango. Porque voces de eco le habían insinuado que avanzase y se perdiera. Pero que lo hiciera ella, pues ellas estaban ocupadas ordenando el camino. Y ella, ingenua y aparentemente incorrecta, se dejó llevar. Pero, en un instante no determinado, el hilo de las voces se quebró. Incluso cuando le cubría las rodillas, disfrutó de la sobredosis. Incluso cuando degustó suciedad en el aire, saboreó la novedad.
No había perdido el norte, no lo necesita. ¿Qué clase de persona requiere de un horizonte? Habían disipado todos los hombros, todas las curvas, los enfoques, las horas, la brillantez, las estrellas alineadas, los abrazos. Miró hacia sus rodillas, y se vio en pie. Rehuyó sus manos, y repitió la acción.
Sin ramas, sin tornillos, sin laca, sin botas, sin púa. El fango se lo ha tragado todo, ha cruzado la línea.
Es increíble como la hábil combinación de determinados sucesos pasados con frases célebres de gente no conocida puede dar lugar a una serie de metáforas que consigan descifrar, o como mínimo, disgregar lo asentado. Te trastoca por completo la sensación de total y absoluta debilidad y exposición, pero no desde un punto de vista indeseado.
La agradable sensación de no pisar al correr es placentera si sabes el porqué, pues, si careces de él, cada pisada sonará con una estridente desafinación, que no parece terminar. Yo también pensé en ello de una manera soluble, pero te hundes, el miedo te acecha hasta impregnarte y te detienes. Y, entonces, entre violines sin manos y cuerdas rotas, te hundes, te ahoga la existencia.


viernes, octubre 7

Plan.

Inesperado como todo lo que recientemente te envuelve, y te sugiere, y te congela la respiración, y te descoloca. De repente, te abraza por la espalda, te produce una hiperventilación basada en una exhalación. Te susurra que no estás bien sentada, y tu pelo se desplaza ante las palabras de aire. Te sigue abrazando, no cesará hasta que te recompongas. El tacto es casi inteligible, parece prudente, pero tiene una fuerza inspiradora que casi se escapa.
Pero no vale. No significa que carece de valor. Tan solo no se mantiene en mi mente. Quizás no basta, no es suficiente. Intentar explicar el miedo es un buen ejemplo. Correr en la oscuridad, no saber de qué trata el cuento. Cómo se escapa de la torre. Cómo, a través de los impávidos cruces, frenos y rosas, consigue llegar a tiempo.
En realidad, no hay cantidad alguna de razón en nosotros. Lo pensamos, pero nada más. Un pensamiento. Un trozo de ti tan efímero que te adelanta en el vuelo. En realidad, tampoco hay atisbo de cordura. Míranos. Con nuestro pelo al natural y nuestras muñecas atadas. Con un aire de algo que no llega a despegar.


Un plan que ni siquiera es de papel. ¿Por qué no está cuando se le necesita o se supone su presencia? Predestinación, algo que nunca verás tintado en uno.