viernes, octubre 14

Tuning.

No sentía ni tenía consciencia del fango. Porque voces de eco le habían insinuado que avanzase y se perdiera. Pero que lo hiciera ella, pues ellas estaban ocupadas ordenando el camino. Y ella, ingenua y aparentemente incorrecta, se dejó llevar. Pero, en un instante no determinado, el hilo de las voces se quebró. Incluso cuando le cubría las rodillas, disfrutó de la sobredosis. Incluso cuando degustó suciedad en el aire, saboreó la novedad.
No había perdido el norte, no lo necesita. ¿Qué clase de persona requiere de un horizonte? Habían disipado todos los hombros, todas las curvas, los enfoques, las horas, la brillantez, las estrellas alineadas, los abrazos. Miró hacia sus rodillas, y se vio en pie. Rehuyó sus manos, y repitió la acción.
Sin ramas, sin tornillos, sin laca, sin botas, sin púa. El fango se lo ha tragado todo, ha cruzado la línea.
Es increíble como la hábil combinación de determinados sucesos pasados con frases célebres de gente no conocida puede dar lugar a una serie de metáforas que consigan descifrar, o como mínimo, disgregar lo asentado. Te trastoca por completo la sensación de total y absoluta debilidad y exposición, pero no desde un punto de vista indeseado.
La agradable sensación de no pisar al correr es placentera si sabes el porqué, pues, si careces de él, cada pisada sonará con una estridente desafinación, que no parece terminar. Yo también pensé en ello de una manera soluble, pero te hundes, el miedo te acecha hasta impregnarte y te detienes. Y, entonces, entre violines sin manos y cuerdas rotas, te hundes, te ahoga la existencia.


2 comentarios:

  1. Texto alucinante!
    Espero leerte pronto, ya tienes nueva seguidora :)

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  2. Oh, sea muy bienvenida.
    Muchas gracias.
    ¡Me da que tú también tienes otra!

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