sábado, enero 19

Two steps from hell — Nero

Sang fragile.

Manantial de representaciones. Eres como los haces de luz que alcanzan la piel. La personificación de una utopía. Lejana, cálida. Eres la imagen de un sueño, el recuerdo de un sentimiento, el escalofrío del calor.
La mirada que tropieza, y se queda. Permaneces, pululas, con ademán de huir; ademán de huida eres, ademán de risa, ademán de llanto. Si te miro y no sonrío, puedo notarlo, puedo notar el todo de tu consciencia. Puedo verme en ti, puedo verte como extensión de mi. Et c'est magnifique.
Te imploro nada más que la profundidad que somos. Somos del presente que fluctúa en medio. Y si no te localizo, exaspero; pero, mon ange, de exasperaciones vivo. La búsqueda que proyecto en ti es la de la excelencia, de ahí mi expresión trágica. Mírame. Las palabras que te transmito en silencio, los símbolos de un remoto lenguaje, uno que funciona con electricidad y misterio. Uno que desfallece si grito, que tiembla si lloro, que roza si, despacio, me giro, me giro y me paro, y te susurro algo que rima con nada, algo que suena a eternidad, a aforismos sin sentido y actos que derriban palabras. Mírate; creo en ti como en la vida misma. Como la esperanza de que el sentido es consustancial a la vida, te miro, y veo que es posible, que la posibilidad sostiene, sostiene y empuja.
Por ahora vale. Siempre es válido, siempre es suficiente. Jamás tanto ni poco ni demasiado tiempo en breves contactos. Pero es que la fragilidad es nuestra, y afortunadamente. La fragilidad del gesto que susurra un impulso. Porque fue un impulso, una ilusión, una ilusión eterna.

sábado, diciembre 1

Ahora es cuando empiezo de nuevo. Ahora es cuando la música me reconstruye. Ahora es cuando la noche me intimida a destiempo. Ha llegado el momento en el que me pongo de nuevo el sombrero con una frecuencia nada prevista. Cuando las equis vuelven a entrelazar mis dedos, y me susurran las palabras que te escondo entre líneas. Ahora es cuando la melodía vuelve a envolver las sentencias. Ahora es cuando la piel está más suave; la voz, más cálida; el tacto, más tácito; el susurro, más placentero; el choque, más sutil. Ahora es cuando los ojos no solo se mueven en una línea horizontal. Cuando pierdo la cuenta del tiempo que nunca pasa. Cuando, tras acérrimos intentos de dormir, abro los ojos mientras descanso. Ahora es cuando vuelvo a notarlo. No solo la voz, sino el pensamiento. Vuelvo a observar cuando el sol ciega, y expiro cuando no hay humo en exceso. Ahora es cuando me despierto en distintas etapas, y la mente se niega a evitar ver-lo.

jueves, julio 26

Debe. No es una intención, es una necesidad. La infructuosa apatía del acto parece consternar al carácter libertino que posee. Tomar. A raíz de la partida de la seguridad que no fue más que una disolución de la niebla entre las escaramuzas de un exterior ya liviano cuando la mente toma luz. Forma. La silueta difusa de la imagen apagada en los labios de la voz, no gritando sino callando; guardando no silencio, sino grito.
Debe tomar forma. He ahí el dilema de la posibilidad que concibe la personificación, el trazo de la razón.
Máscaras, máscaras.
Todo son terribles recordatorios de la pasajera sostenibilidad de la emoción. Todo es preciso y conjetura desquebrajada. Todo es un fin, un fin incondicional. La condición de la decisión que nunca se cumple, el miedo a la autonomía.
El terror de los cuadros, del tacto, de la explosión. La implacable derrota, el destrozo.
Yace en el suelo, descubre la opacidad que no se reconoce y luego nada. Siempre nada. Siempre.
Cuando la vida es desproporcionada, y cuando nuestra sensación de desesperación roza el nivel de las canciones, cuando todo es huida en el menos estricto sentido del término, cuando la vida es realmente adjetivización, cuando la melodía es un tintineo desorbitado, se vuelve tenaz la noche, la noche, que se vuelve tenaz.
¿Sabe usted qué es la noche?

lunes, mayo 28

El amor son susurros. Tan livianos que impactan. Tan frágiles que matan. Tan implícitos que encienden la vorágine del deseo como ninguna otra provocación pudiese hacer.
El amor es la incandescencia de la sangre. La tormenta de pensamientos, la irrealizable conjetura, la mirada pululante, la voz que cual partícipe de una danza extiende la mano con ademán de no sostener nada pero insinuando todo.
Y marcha, al compás de la música de las espiraciones, jugando con el viento que surca, con temor al choque, sin pudor al roce, ese roce casi inapreciable, pero, como ninguno de los lenguajes, absolutamente inefable.
El mapa de las titubeos, el desmayo de los adjetivos, la insostenible incomprensión de los acometidos, que brotan, que tronan en las pupilas que huyen de los guiños.
Pues en el guiño se halla, expuesta y sujeta a mordaces cuerdas de visión clara, la respuesta, el veredicto, la sentencia. Y qué terrible réplica, cualesquier que fuera el motivo, nunca exacto, nunca saciante, nunca a la altura de tan digno delirio. Y entonces, resquebrajando el ocaso, asesinando el anhelo, infringiendo la inefable ley, muere.
Pero sin provocar ruido.

domingo, abril 8

Cold alone — Eli Roken

Et toute, toute la nuit, toute la nuit.
"Mais, ma petite, je ne crois pas à demain".
Nous ne sommes plus rien mais des oiseaux.
Et nous pouvons déplacer rien mais les ailes.

miércoles, marzo 7


Alibi — Thirty seconds to Mars

¿Y si no sabemos lo que abarca un pensamiento propio? ¿Y si la mayoría de nuestra razón se encuentra en constante movimiento por un discernimiento que destruye todo lo que parece apaciguarse hasta desintegrarse? ¿Y si nos regimos por lo que no nos pertenece para descuidar lo que tampoco pertenecerá a nadie más que a nosotros? ¿Y si estamos solos? Pero, ¿y si la soledad yace su existencia en la lucha por la apatía? ¿Y si en el esfuerzo está el sentido, el valor, la importancia? ¿Y si la levedad de la existencia es la justificación a esto? ¿Y si en la ausencia absoluta de seguridad, más allá de toda apariencia, si en la constante repetición de todo está la explicación? ¿Y si necesitamos el caos como prueba de la verdad que buscamos, como antítesis intachable e imprescindible en la búsqueda de nuestra plenitud? ¿Y si necesitamos el caos?
Entonces, ¿qué hacemos ahora?