lunes, agosto 29

Attempt II.


Un pájaro se le adelantó al pisar la madera muerta de la puerta asesinada. Dos pasos más y los recuerdos vuelven a presionarle el interior de la cabeza. Danzas de polvo con nuevas corrientes de viento. Siempre cubierta con una nueva perspectiva al sentirse aprisionada por aquellas cuatro paredes. Esquinas tenebrosas, dudosas ante nuevas experiencias. Gastadas luces marcadas en techos de papel que nunca tuvieron miedo de la lluvia negra de verano. Una, dos, la tres mejor evitarla, cuatro y unas escaleras. La oscuridad no siempre es visible. Cinco. Ahí está. No te engañes. La madera no es tan pesada, la memoria engorda cuando entristece. Entonces, como si de una máquina del tiempo se tratase, desapareces y vuelves a aparecer. Mueres y vives. Como un intermitente, vuelas y aterrizas. Te derrites y te congelas.
Rosas y una botella de champán.
Te derrites otra vez. Vuelan tantas cosas que pierdes conciencia de si estás pisando el suelo.
Adiós, cordura. Bienvenida, embriaguez.
De repente, un disparo. Certero, premeditado, seco, blanco. Tal y como queda tu mente. Te derrumbas.
Despiertas con ligereza.  Bailas con elegancia en la habitación rodeada por un nubiloso olor a primavera. Inspiras, expiras. Notas el mar en la lengua, vestido de oro, te acompaña en tu danza cogido de la mano. Te lanzas al colchón sin miedo a que se evapore como solía hacer. Y pierdes la consciencia de tu vida. Ya nada importa salvo las nubes y la llama de fuego que arde en todos nosotros. La que te hizo volver, la que me hará huir.