sábado, mayo 21

Attempt I.

La fragilidad de la copa de cristal fino es el único atisbo de incomodidad, si bien la casa no estuviese tan desierta. Calor sobrecogedor, sin llegar a abrumar. Raro queda todo el frío de las pisadas de la nieve. La brisa se detiene y la madera se siente orgullosa. Nuevo parece todo lo de la estancia, desgastado de tanto observarlo. Blancura desaparecida, novedad y arrugas. Vaya entusiasmo. Crujidos que tienen ya hasta notas propias. Es todo un pentagrama que flota levemente. Chas.
Rugosidad que da un toque inusual e informal, dejando atrás historias mal contadas. Obvio es el olor mezclado. Suficiente abono y pocas limpiezas. Se fusionan bien. Irrita levemente, creando el cosquilleo que se añora.
Clic. Luz. Todo se desmorona. Palidez blancuzca. Blanco roto. Pesadez que rodea lo poco que queda. Las mudanzas para nada les sirvieron en aquellos años. Al menos se puede bailar sin esquinas peligrosas.
Nada de sustos. Nada de recuerdos. Nada de escalofríos.
Marcos que ya no soportan madera que se cierra con estruendos. Cristales que ya no transmiten seguridad y armonía. Los reflejos están prohibidos.
Museo de recuerdos que con vidrieras de polvo te muestra lo que un día fue el infinito.


Miles de partículas de cristal cubren el suelo y un ensordecedor ruido de la puerta principal, la única que se había mantenido en pie, hasta el momento.

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